Cuando el deporte no es deportividad

Hace unos días, estando tranquilo en mi terraza, el cuerpo me pedía contar lo vivido, y aunque ya han pasado un tiempo desde que ocurrió, me apetece haceros llegar esta reflexión, algo que me “movió” por dentro pareciéndome estar viendo un «circo», más que el comportamiento de personas civilizadas.

A mí me encanta el deporte; prefiero practicarlo a dedicarme al “sillón-ball” disfrutándolo en la tele. Practico algunos deportes y no me considero especialmente competitivo; como a todos me gusta ganar, pero lo que realmente me gusta es practicarlos, sin pensar sólo en la victoria.

Lo malo es que hoy en día parece que lo único importante en el deporte es ganar, y no basta sólo con ganar sino que además es preciso humillar al contrario. Eso para mí ya no es deporte sino que está más cerca de las “luchas” de gladiadores.

Y la verdad es que así es complicado educar a nuestros hijos en la competitividad, en el placer de hacer deporte y en disfrutar practicándolo. A todos nos gusta ganar, pero creo que debemos hacerlo desde el respeto.

Esto no solamente es aplicable a cuando hacemos deporte, sino también cuando seguimos a un equipo: respetemos al contrario, a los aficionados, a los jugadores… aunque la realidad sea otra, como vimos a finales de agosto con la final de la Supercopa y las reacciones que suscitaron a todos los niveles. Dos equipos como el Madrid y el Barcelona no se pueden dedicar a encender a sus aficiones, a calentar el ambiente y a crear enemistades que no tienen ningún sentido. Desde la reacción de Mourinho al acabar el partido y la “tangana” que se organizó, a las reacciones tras ella.

¿Qué le puedes decir a tu hijo de 7 años, seguidor del Madrid, cuando un locutor de una radio catalana insulta a los jugadores del Real Madrid? Os aseguro que es más complicado que si te hiciese alguna pregunta comprometida sobre sexo.

¿Cómo no se va a comportar así la juventud? Si todo lo que oyen es a un locutor increpar a los jugadores del equipo contrario, si ven hasta la saciedad las imágenes de broncas y tanganas, las chulerías de los jugadores….

Los niños no son malos, les da igual casi todo, somos los adultos los que les metemos los prejuicios y los “envenenamos” con ese ansia de rivalidad; queremos que sean como Nadal, Cristiano Ronaldo o Messi y nos olvidamos que son nuestros hijos. No queremos que sean felices y disfruten de lo que hacen, sino que ganen y triunfen por encima de todo.

Mi hijo “merengón” hasta la médula, disfrutó en la “excursión” que hicimos al Camp Nou porque le gusta el fútbol, le encantaron las vitrinas con las copas que hablaban de los grandes ídolos blaugranas; mientras tanto su hermana, del Barça, se hacía fotos en todos los rincones.

Reconozco que no soy futbolero, pero la visita al Camp Nou me gustó y me impresionó, pero lo que había sido un día precioso en familia casi se fastidia al volver a casa cuando seis niños culés estaban esperando el regreso de mi hijo para reírse de la derrota del día anterior del Madrid.

Y han sido cosas como ésta las que me han hecho reflexionar, las que me han hecho comprender que los clubes de fútbol pretenden únicamente generar rivalidades; les importa poco el resultado con tal de poder humillar al contrario.

En esta vida podemos ser forofos de los que queramos, pero nunca debemos de ser radicales: no hagamos que nuestros hijos ni nuestro entorno sea así. Alegrémonos cuando ganemos, cuando lo haga nuestro equipo… pero cuando perdamos, mantengamos en la memoria lo bien que lo hemos pasado haciendo deporte y admitamos que los otros lo hicieron mejor o que simplemente son superiores a nosotros; hagamos pues, entre todos, que la palabra deporte siga siendo la raíz de deportividad.

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