Hay momentos en la vida en los que está bien salirse del estándar, saltarse un poquito las normas o lo que parece lógico y hacer algo que nos apetece de verdad, aunque mucha gente pueda clasificarlo de locura. Eso fue lo que hice el pasado 4 de Agosto, 300 kilómetros para ver a quien me encandilaba en mi juventud con sus 300 kilos, Víctor Coyote.
Como ya conté en el post anterior, Víctor Coyote volvía a Huesca, y habiéndomelo perdido ya cuando actuó en la “Lata de bombillas”, no podía dejar pasar esta oportunidad de ir a verlo al «Juan Sebastián Bar»; así que no me lo pensé dos veces y dejé mi “reposo” mediterráneo para acudir a la cita.
Gracias a mis amigos Fernando y Alberto conseguí una de las 100 entradas que se habían puesto a la venta. Tras una cena/kedada informal en el «Da Vinci», nos fuimos para el local con Fernando, Caco, Isabel y Gerardo.
El título del concierto ya de por sí era sugerente, “Víctor Coyote vuelve a Huesca”; no lo tengo claro, pero Huesca siempre fue una “plaza”que se les dio bien a los Coyotes; ellos y Loquillo quizás sean las imágenes de una generación, de una época, independientemente de si te gustaban o no. Cuando actuaban, sus conciertos siempre estaban llenos, se pinchaban en todos los bares, y eran nuestros ídolos. Pese a que otros grupos como Radio Futura o el Último de Fila estaban en el candelero, la vida era de “color de rosa”.
Llegamos pronto al concierto, queríamos coger buen sitio dado lo pequeño del local. Al entrar en el bar nos encontramos con un establecimiento “abarrotado” de amigos y conocidos de juergas y resacas esperando disfrutar viendo al señor “Abundancia”; un escenario corononado con una maceta de albahaca, dos guitarras acústicas, un pequeño teclado y una mini batería era todo lo que iban a necesitar para hacernos pasar una noche irrepetible y maravillosa.
Y apareció Víctor, con una pinta menos canalla que en su juventud, barba, gafas de pasta y una gorra de la peña Alegría Laurentina con la que se metió al público en el bolsillo; atrás habían quedado los pantalones de campana y los tupés, el torso descubierto y sus poses de Latin Lover, que como dice Luis Lles lo convirtieron en el Prince español.
El concierto comenzó con un repaso a su nuevo disco, “Dos años de luz y cuarto” ofreciéndonos temas como “La lógica de los ópticos” o “En la zona oscura”, el que a más de uno nos recordó los más estridentes sonidos del maestro Tom Waits en su Swonrdfishtrombones.
Pero lo que esperaba el público eran aquellos éxitos que le habían hecho vibrar veinte años atrás, y Víctor no se hizo de rogar, y preguntando al respetable si recordaba a los Vampire Weekend se marcó un «100 guitarras» que nos devolvió a nuestra juventud.
Tras ella un bonito homenaje a Labordeta y a los aragoneses con “Qué ristra de mentiras” que coreamos acompañándolos en este gran tema de su nuevo disco.
El concierto se estaba animando, y Víctor reclamó la colaboración de Juanjo Javierre y su acordeón para una versión tex-mex de “Esta noche me voy a bailar”; al más puro estilo Flaco Jimenez y haciendo que Javierre retrocediera en el tiempo y pareciera volver a estar con los Ejercicios Espirituales cantando la “Finca Mexicana”.
El concierto llegaba a la mitad pero antes del descanso Víctor tocó “Joven de cuello vuelto”, el tema que abre su nuevo disco, quizás el que más se oirá y el que más gustará, hay quien dice que incluso porque no suena a Coyotes. Además tuvo la deferencia de explicarnos que no es lo mismo Rambo que Rimbaud.
En la segunda parte Víctor cambioó su guitarra acústica por un ukelele y comenzó con otro de los que fueron grandes éxitos de los Coyotes, tocándole el turno esta vez a “De color de Rosa”.
Continuaron los temas “clásicos”: esta vez “Las chicas de las revistas guarras” salían a escena entremezcladas con canciones de su nuevo trabajo; entremedio, su homenaje personal a la música pimba portuguesa con el “carro preto” y dejando claro que pese a lo que diga Wayoming, Portugal no “es un país de mujeres bigotudas y toallas”.
Último cambio de guitarra, esta vez a la eléctrica y nueva aparición de Javierre, para acompañarles al teclado con una versión del “Who do you love” de Bo Diley un pelo desenfrenada y con un toque garajero.
Pero todos queríamos más, queríamos bises, y Víctor nos regaló otro tema de la música portuguesa, esta vez “Río de lágrimas” para cerrar el concierto con un apoteósico “Mira como tiemblo” sólo en el ruedo con su guitarra y que, al menos a mí, me hizo saltar alguna lagrimilla.
Tras el concierto tuve la enorme suerte de charlar con Víctor, le pedí que me firmase su último disco y pude disfrutar unos minutos “a solas” de quien ha sido uno de los ídolos de mi juventud.
Grande Víctor!!! una pena que se me pasase este concierto….
Yo no pude asistir al de la lata de bombillas, pero desde luego este no pensaba perdermelo…
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