Es habitual entre los seguidores de Tintín opinar que la perfección con la que Hergé nos presenta al joven belga es en muchos casos «excesiva».
Ya no se sí es por el pasado de Boy Scout del autor o por el hecho de querer crear un «héroe perfecto», pero esta cualidad de Tintín llega a ser enfermiza.
Por esta razón, a sus seguidores -al menos a mí-, nos sorprende cuando Tintín «mete la pata» o cuando Hergé nos lo presenta saltándote ese canon creado por él mismo.
Y esto es precisamente lo que ocurre en la viñeta de «Los Cigarros del Faraón» que ilustra este post, tras la cual Tintín acabara en la cárcel -algo que resulta muy habitual en él- por una jugarreta que le preparan sus enemigos.
Pero lo que realmente me ha sorprendido esta vez es la razón por la que el reportero acaba en la cárcel; normalmente Tintín es acusado de traición, espionaje o delitos similares, pero esta vez es tachado de traficante.
Sí, de traficante, y nada menos que de cocaína.
En un álbum que trata sobre la lucha contra el tráfico de opio -aunque sea más en su segunda parte «El Loto Azul«-, este arresto de Tintín por parte de los gemelos policías sorprende mucho cuando lo leemos y nos paramos a pensar.