Ahora releo «Tintín en América» y observo cómo «nuestro héroe» lucha contra el crimen organizado americano.
Tras un divertido episodio con los indios en el que estos recuerdan por sus nombres más a personajes de Astérix que de Tintín, el joven belga intenta volver a Chicago escapando de los indios y tras una dura jornada se queda dormido en la pradera con su fiel Milú mientras el fuego que ha usado para cenar se queda encendido.
A la mañana siguiente se despierta en un incendio en la pradera. Tintín sale ileso del incidente. En ningún momento queda claro si es el reportero quien provoca el incendio y tampoco quiero yo acusarle en estas líneas. No sé si es una coincidencia pero desde luego aseguro que a mí me sorprendió que se echase a dormir de esa manera.
El tema del incendio (que no es políticamente correcto) no pega; será que estoy acostumbrado «héroes» de cómic «ecologistas» como el Ciclocirco, o que la conducta del joven belga no fue la más indicada.
Independientemente de que fuera o no el causante, llama la atención la «despreocupación» de Tintín por el incidente; solamente busca salvarse él y su fiel compañero Milú sin hacer ni tan siquiera ademán de ir a extinguir el fuego, algo que quizás sería más acorde con la forma de ser del reportero.
Quizás fue la cultura de la época, en la que el interés por el medio ambiente o la ecología no estaba tan arraigado como ahora, lo que hizo a Hergé tomar la decisión de que el «héroe» belga no se involucrase, pero es algo que, visto actualmente, al menos a mí me ha sorprendido.