Tras leerme este verano “El fuego” (segunda parte de “El Ocho”) y “El último judío” llevaba días rondándome por la cabeza leer algo de Matilde Asensi, así que finalmente me decidí y comencé con el “Salón Ambar”. Nunca había leído nada de esta autora alicantina de la que todo el mundo me hablaba bien.
Comencé la lectura y el tema me gustaba: un grupo de ladrones de arte que realiza sus fechorías por Europa, situados todos por diferentes países, y que mantienen contacto usando internet y el IRC.
La trama me gustó, cómo tras un trabajo más se envolvía un misterio que cambiaría las vidas del “Grupo del Ajedrez”. Un robo de un cuadro que llevará a los personajes a descubrir un gran secreto de la Alemania Nazi.
En tiempos del III Reich, el ejército alemán saqueó los palacios de los zares llevándose a la Alemania nazi todos sus botines y obras de arte; entre ellos se encontraba el Salón Ambar, una joya que un mafioso de la Rusia de la Perestroika quiere recuperar. El salón Ambar, una leyenda o una realidad, que impresionó a la misma Catalina “la Grande” y que los personajes de esta novela encontrarán de nuevo.
Tras un cuadro robado por el grupo se esconderán las claves, con intrincados códigos y deducciones detectivescas.
Salvo por algún momento en el que el texto es un poco enrevesado debido a la mezcla de personajes alemanes y rusos, el libro es de los que enganchan, ameno y de lectura rápida.
Sorprende bastante a los que sabemos algo del tema de tecnología, cómo la autora “usa” la tecnología reduciéndola alguna que otra vez al absurdo o a un juego de niños; será deformación profesional, qué le vamos a hacer.
Así pues un libro recomendable con final inesperado, que podéis pensar en leer cuando os apetezca hacerlo sin complicaros mucho la vida; puede parece que el libro deja una puerta abierta para una segunda parte, pero hasta la fecha la autora no se ha decidido a contarnos las nuevas aventuras del “Grupo de Ajedrez”
Recuerdo haber comprado ese libro un día antes de subir al AVE, entre ida-vuelta y esa misma noche lo deboré. Me gustó.
Unos años más tarde cometí el error de comprar Tierra Firme. No me gustó.