Siempre se ha dicho que es mejor reir que llorar, !si hasta lo decía Peret!, pero últimamente parece que necesitamos “talleres” y “cursos” para que nos enseñen a reír, la risoterapia se está poniendo de moda.
Sí, la risa es importante y sobre todo saber reirse de muchas circunstancias de esta vida; y sobre ella, sobre la risa es sobre lo que trata el último espectáculo del Tricicle, “Garrick”, que el pasado catorce de enero tuve la suerte de ver en el Palacio de Congresos de Huesca.
Este sincero homenaje del Tricicle a la risa, en forma de espectáculo, como ellos mismos dicen, “sólo busca (¿sólo?) que el público olvide sus problemas, rompa sus máscaras y se lance a reír con esos cuatrocientos músculos que dicen que tienen que moverse para morirse de risa”. Toma el nombre de David Garrick, un reconocido actor inglés del siglo XVIII, tan dotado para la comedia, que los médicos recomendaban sus actuaciones como una especie de remedio mágico para curar el alma.
El homenaje dura sobre una hora y cuarto, durante la cual, el trío catalán, una vez más, consigue arrancar la carcajadas del público.
El formato del espectáculo es el de siempre: gags cortos, de máximo 5 minutos, 2 mudos, plagados de buen humor y creatividad con los que no paraban de sonar las carcajadas en el Palacio de Congresos.
Sorprendentes y buenísimos fueron los del “retrato” del público, el faquir o el cuento de cuentos.
Humor respetuoso, sin las chabacanerías a las que podemos estar acostumbrados y sin alusiones a temas tan clásicos como el sexo, la política o la religión; humor para todos los públicos construído desde el ingenio y la tolerancia.
Quizás este nuevo espectáculo tiene menos montaje del que podíamos encontrar en espectáculos como Terrific! o Slastic, pero sigue teniendo toda la esencia de sus creadores.
Y para terminar, tras el espectáculo, el Tricicle quiso “regalarnos” un remix para celebrar sus más de 30 años sobre los escenarios; durante unos quince minutos, Carles Sans, Joan Gràcia y Paco Mir repasaron con los asistentes los mejores momentos de su carrera, más risas, más recuerdos; y de postre, la enésima representación de su particular versión de “Soy un truhán soy un señor” de Julio Iglesias, acompañados por las palmas de un auditorio más que entregado.