También alguna vez me sentí como Coraline

Todos hemos leído o visto alguna vez una historia de un niño o niña que abandona el mundo real para viajar a “mundos mejores” o imaginarios: desde Alicia viajando a su país de las maravillas a los hermanos Pevensie metiéndose en el armario para ir a Narnia, son innumerables los niños que se han transportado al “mundo de la fantasía”.

Hoy os quiero hablar de Coraline, una adaptación de P. Craig Russelll de la novela de Neil Gaiman, “Los Mundos de Coraline”, que os sonará por la versión del cine, aunque realmente el cómic poco tiene que ver con la película, al menos en la estética.

La novela gráfica comienza cuando la familia se muda a una casa victoriana y Coraline se encuentra encerrada en un mundo extraño para ella: rodeada de adultos que no comprenden ni su mundo ni sus aficiones, la pequeña decide buscar otros mundos, salir a indagar, lo que le llevará a explorar el mundo que hay “detrás de la puerta”.

Pero a diferencia de otras obras de este género, Coraline no encontrará un mundo de fantasía lleno de seres imaginarios y criaturas maravillosas, no le espera un conejo blanco ni un fauno llamado señor Tumnus, para guiarle por el nuevo mundo.

Coraline encontrará a “sus otros padres”, los que le gustaría tener, y aunque son “raros” en un primer momento, le parecen más interesantes y cariñosos.

Pero la niña vuelve a su mundo y allí descubre que sus verdaderos padres la han abandonado, así que decide volver al mundo tras la puerta, para descubrir que ese mundo no es maravilloso, que está gobernado por una bruja que se dedica a robar las almas y almacenarlas… y comienza a echar de menos a su “antigua” vida, su mundo de reglas y prohibiciones.

Coraline, debe “luchar” por recuperar las almas perdidas, incluidas las de sus padres, que han sido “secuestradas” por la bruja, ansiando volver a su realidad, a su normalidad.

Un cómic pues, cargado de enseñanzas, con un cuidado dibujo que atrae, y que si no os hace reflexionar, al menos no os dejará indiferentes.

No he llegado a ver la secuela cinematográfica, y aunque pensaba que era de Tim Burton (y tras leer el cómic pienso que hubiera encajado bien), no lo es. Los dibujos nada tienen que ver: mientras los del cine son “tiernos”, éstos son algo más duros, con una Coraline que recuerda bastante a la Alicia de Lewis Carroll, y aunque la película se enfocó al público infantil, creo que el cómic está más enfocado al juvenil.

Os invito a que, como yo, os acerquéis a alguna biblioteca y lo pidáis prestado, es de lectura rápida y aunque como os cuento tiene “mensaje”, afortunadamente no puedo clasificarlo como esas novelas gráficas “sesudas” y “espesas” con las que alguna vez nos tropezamos en los estantes de las librerías y que tanto cuestan leer.

Porque,  ¿quién no se ha sentido alguna vez como Coraline?, ¿cuántas veces hemos deseado encontrar “mundos mejores” o simplemente cambiar nuestra realidad?. ¿Quién, en su adolescencia, no ha sentido ganas de cruzar la puerta, el espejo o entrar en el armario?. Esta sensación es la que tan bien se refleja en el cómic, la sensación de querer cambiarlo todo, de huir de la realidad. En el fondo, y tras esos “crudos” dibujos, el cómic nos transportará a ello, nos recordará nuestra adolescencia cuando estábamos en la luna y buscábamos las llaves que abrían las puertas mágicas. Nos recordará cuando veíamos a nuestros padres como bichos raros que no paraban de poner cortapisas a nuestros planes, que, al igual que ocurre en el cómic, no veían lo que querían sus hijos, aunque tuvieran dos preciosos ojos; pero a los que finalmente, con el paso de los años, igual que en el cómic, hemos sido nosotros mismos quienes les hemos “descosido los botones”

Espero que lo disfrutéis tanto como lo he disfrutado yo.

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2 respuestas a También alguna vez me sentí como Coraline

  1. Clara dijo:

    Después de leer tu post, a una le entran ganas de correr a la biblioteca en busca de Coraline. Es un tema interesante, gracias

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